De River a Boca y de Boca a River, cómo les fue a los que cruzaron sin escalas en los últimos 40 años :: Olé

Que un jugador tenga en su biografía un paso por Boca y otro por River es una cuestión privilegiada y también repetida, pese a no estar dentro de lo más común en el fútbol. Mucho menos habituales aún son los casos en los que el cambio de camisetas se dio sin ningún tipo de transición. Es decir, si el futbolista se cruzó de vereda sin escalas, pasando de River a Boca (o viceversa) sin pasar en el medio por ningún otro club, algo que se podría reeditar con la latente chance de que Miguel Ángel Borja llegue a Boca en este mercado de pases.

En ese sentido, los antecedentes más cercanos (en los últimos 40 años, precisamente desde que la salida del Xeneize de Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca con destino a Núñez hizo historia en 1985) no son tantos, y tienen su matiz en cuanto a rendimientos de un lado y del otro.

Los casos de Ruggeri y Gareca en sí, por ejemplo, son distintos incluso entre ellos: mientras el marcador central se mantuvo en el club por tres años, jugó más de 100 partidos y ganó todos los títulos posibles, el delantero no llegó a jugar un año en River y dejó el club con la marca imborrable que le quedó en su contra desde la mirada de los hinchas de Boca.

De esa misma transferencia surgió un traspaso en sentido contrario que compensó deportivamente la necesidad de un Boca con problemas serios económicos, y fue la llegada desde River de Julio Jorge Olarticoechea y Carlos Daniel Tapia. Ambos (como Ruggeri) terminarían siendo campeones mundiales en México ’86, los dos como jugadores de Boca. Mientras el Vasco siguió su carrera en Europa, el Chino tuvo cuatro etapas en total con la azul y oro y fue uno de los referentes de una época difícil del club.

De Boca a River pasaron en esa década del 80 otros tres jugadores, con resultados dispares: Ramón Centurión ganó la Copa Libertadores con el Millonario pero quedó marcado por la sanción por dóping, en tanto que Milton Melgar y Jorge Rinaldi llegaron por pedido de César Luis Menotti cuando dirigió a los dos gigantes en un espacio menor al año de distancia, sin pasos destacados en Núñez. Tampoco tuvo mucha trascendencia Pablo Erbín, quien pasó en 1988 de River a Boca.

En el año 1990 se dio un cruce (independiente, pero paralelo) que sí marcó un quiebre en dos carreras: de Boca a River pasó Sergio Ángel Berti, hasta entonces un pibe que con la Banda vivió lo mejor de su carrera, con títulos y varias etapas. A la inversa, quien se puso la azul y oro fue nada menos que Gabriel Omar Batistuta, justo antes de explotar con goles que propiciaron su llegada a la Selección Argentina y dieron pie a su carrera internacional.

En los ’90, de Boca a River solamente pasó Sebastián Rambert, sin suceso en ninguno de los dos equipos. De River a Boca, si bien ninguno marcó una época, los tres que cruzaron dejaron su marca, especialmente en superclásicos: Ruben “Polillita” Da Silva anotó en un 4-2 en el Monumental, Fernando Gamboa definió con su penal la serie de la Supercopa 1994. Y Gabriel Cedrés -como campeón vigente con River de la Copa Libertadores 1996- le metió dos goles en dos clásicos consecutivos con la camiseta de Boca en su único año en el club.

Desde ahí, no hubo más cruces directos. Porque no es común, porque los tiempos -saben de un lado y del otro- harían mucho más complejo soportar las repercusiones. Pero Borja tiene una impronta especial. Y como la chance está latente, bien podría continuar esta historia con su propio capítulo.